Este otoño el Centro Pompidou de París es más surrealista que nunca. Con motivo del centenario de la publicación del primer manifiesto del movimiento firmado por André Breton, y publicado un 15 de octubre de 1924, el museo ha organizado una exposición histórica. Una ocasión demasiado importante como para que MIRARTE VIAJAR no estuviese allí.
Por cierto, deberíamos recordar primero qué significa la palabra surrealismo: sur-realidad, es decir, nueva realidad. El instrumento que utilizan para llegar a esa nueva realidad es el sueño. Por eso los artistas que protagonizan este movimiento anhelan plasmar el mundo onírico y los fenómenos subconscientes que habían quedado ocultos por la conciencia. Así es posible sacar a la luz imágenes reprimidas sin preocuparse por los incómodos tabúes sociales. Las evidentes correlaciones entre el recién estrenado movimiento de vanguardia y las teorías del psicoanálisis de Freud son manifiestas.
Con el propio manifiesto como pieza angular de la muestra el Pompidou ha diseñado un recorrido laberíntico, metáfora del movimiento, donde diferentes disciplinas -pintura, escultura, grabado, dibujo, ilustración, fotografía o cine, principalmente- se ponen al servicio de los grandes temas que abordó el movimiento heredero del dadaísmo. Pero para conocer todos sus secretos el espectador debe cruzar una recreación de las puertas del famoso Cabaret del infierno, una boca de grandes fauces y dientes amenazadores que se contaba como uno de los cabarets más famosos del París de los años 20. Este populoso local se emplazaba en el número 55 del boulevar de Clichy, en Montmartre, cuna y meca de artistas, escritores y poetas desde finales del siglo XIX. Incluso hoy día conserva ese halo de pueblo en mitad de la gran ciudad. Montmartre era, pues, una zona conocida por sus cabarets y también por sus burdeles.
Si te has atrevido a entrar es que estás preparado para conocer a través de imágenes en blanco y negro los rostros de algunos de los artistas surrealistas más reconocidos. El propio André Breton, pero también Dalí, Max Ernst, Magritte, Chirico, Man Ray o Buñuel, entre otros. La oscuridad del angosto pasillo conduce hasta una sala ovalada en cuyo centro una gran vitrina en forma de ojo muestra los textos fundacionales del movimiento. Hay que destacar que las piezas se custodian en la Biblioteca Nacional de Francia y que han sido cedidas para la ocasión. El tambor incluye una serie de imágenes multimedia con algunas de las frases más recordadas del texto. Desde aquí podemos leer la definición de surrealismo como esa suerte de automatismo psíquico puro.
A partir de ahí el laberinto conduce tus pasos por diferentes salas divididas por temáticas. Un total de 14 capítulos de pura inconsciencia. El recurso del dédalo hace alusión, como no podía ser de otra manera, al mito de origen minoico del laberinto del Minotauro construido por Dédalo y del que huyó junto a su hijo Ícaro. En cada uno de los espacios puedes detenerte para reconocer las claves de este lenguaje. Por ejemplo, los famosos cadáveres exquisitos, nombre que deriva de la primera vez que jugaron a este juego (El cadáver exquisito beberá el vino nuevo). En ellos podemos encontrar imágenes imposibles creadas a ciegas por diferentes manos y cuyo atractivo es palpable.
Aunque poco conocidos, el Surrealismo creó dos métodos bautizados como frottage y grattage de resultados sorprendentes. En la exposición se exponen varias piezas creadas con estas técnicas. La primera, ideada por casualidad por Max Ernst, consiste en frotar un papel sobre una superficie rugosa como el suelo o un disco de un fonógrafo. El grattage, por su parte, es una variante del primero y consiste en obtener texturas rascando la superficie pictórica.
Una de las piezas más icónicas escogida como cartel de la muestra es el famoso ‘Ángel del hogar o el triunfo del surrealismo’ (1937) del artista alemán Max Ernst donde denuncia la cruenta guerra civil española representada como un monstruo que siembra la destrucción a su paso. Pero no es la única. También tenemos ‘Premoniciones de la Guerra Civil española’ (1936) de Salvador Dalí. Ambas aparecen bajo el lema de Monstruos políticos. El bosque, las criaturas mitológicas, el sueño o las fuerzas espirituales son algunos de los bloques temáticos.
Claro que una muestra del Surrealismo no estaría completa sin las alusiones al erotismo ejemplificadas por obras como ‘Los días gigantescos’ (1928) de René Magritte, ‘El beso’ (1925) de Picasso o ‘El gran masturbador’ (1929) de Dalí.
Sin embargo lo que más nos ha gustado, con diferencia, ha sido el tratamiento de las mujeres que se adscribieron al Surrealismo. Es el caso de la fotógrafa Dora Maar, la pintora española Remedios Varo, la inglesa Leonora Carrington o la americana Dorothea Tanning, entre otras. Soberbio es el autorretrato ‘Cumpleaños’ (1942) de la americana, inquietante la instalación de la habitación 202 o los personajes de la alquimia de Remedios Varo. Un diálogo de tú a tú donde hombres y mujeres comparten propagonismo. Es la exposición de la década y nos gusta porque aúna la esencia de esta publicación, su carácter divulgativo con la cultura.