Cada territorio tiene una personalidad propia. Hay escenarios que son, sin duda, bendecidos por los dioses. He visitado muchas veces la que para mí es una de las ciudades más hermosas del mundo: Florencia. Pasear por sus calles es un regalo para los sentidos. Su concepto de proporción y armonía es sublime. Puedes extasiarte con las obras que custodia la Galería de los Uffizi y sobrecogerte con una belleza mucho más sutil pero igual de emocionante en las celdas que pintó Fra Angélico para el Convento de San Marcos. Su plaza de la Signoria recuerda el entorno urbano que durante siglos acogió el David de Miguel Ángel, pero también la famosa hoguera de las vanidades que el monje Savonarola instigó en un martes de Carnaval para eliminar el pecado. Hasta el mismo Botticelli dicen que lanzó al fuego algunas de sus obras de carácter mitológico. Sin embargo, la Florencia del siglo XXI todavía presume de tener algunas de las obras maestras de este hijo ilustre. Una de mis preferidas es el tondo de la Madonna del Magnificat con ese insuperable juego de miradas.
De ilustres sabe mucho esta urbe y, especialmente, la iglesia de Santa Croce, donde reposan, entre otros, el mismísimo Miguel Ángel, Dante Aliguieri, Lorenzo Ghiberti, Nicolás Maquiavelo, Galileo Galilei, Vasari o el compositor Rossini, entre otros. Y, por cierto, fue en este famoso lugar donde el escritor romántico Stendhal tuvo algo así como una vahído seguido de vértigo y palpitaciones que daría nombre al famoso síndrome de Stendhal. Además del arte otro de los rasgos más distintivos de la Toscana es el orgullo de sus gestes por sus raíces y tradiciones.
El rey Amadeo I de España -italiano, por cierto- apenas duró 25 meses en el trono. Y en ese corto espacio de tiempo quiso visitar, entre otros lugares de su reino, la ciudad de Castelló de donde salían las famosas sogas para la poderosa armada naval española. Tras conocer la situación de los trabajadores él mismo compró el solar para que se instalaran en lo que hoy es la popular plaza Huerto Sogueros, que linda con la calle Amadeo I (en honor de esta real visita). ¿Por qué este italiano se sintió orgulloso de esta industria y los castellonenses apenas si conocen esta historia?